1. El proyecto neoliberal
El que fuera economista principal y vicepresidente del Banco Mundial (BM), el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, da testimonio de las políticas de las instituciones financieras internacionales (FMI-BM) a partir de los 80. A pesar de que esas políticas, de reforma estructural, fueron una catástrofe reconocida para los pobres, por razón de su deuda externa, se insistió en ellas hasta el agotamiento. Políticas de talla única. Incluso hubo casos en que las recomendaciones a un país contenían el nombre de otro, porque a alguien, en el corta-y-pega, se le olvidó cambiarlo.
Pues, bien, Dani Rodrik, conocido profesor de economía de Harvard, resume esas políticas. <<«Estabilizar, privatizar y liberalizar», mantra de una generación de tecnócratas que afilaban los dientes en los países en vías de desarrollo>>, lo aplicaron después a los países “desarrollados”, como parte del proyecto neoliberal, que la plutocracia global, y sus redes de influencia, promovieron por todas partes.
En España y Catalunya este proyecto tuvo características propias. No hubo políticas de Estado, a diferencia de otros países europeos, que intentaron mantener ciertos sectores estratégicos (defensa, banca, energía, telecomunicaciones, transporte,…), sino únicamente partidistas (que también se dieron en los otros países), “puertas giratorias”, amiguismo entre políticos y altos cargos en el respectivo gobierno. Las empresas públicas, en los años 80 y 90, cayeron como fruta madura en el regazo de grandes conglomerados empresariales globales.
Quedó la hoja de parra de los servicios públicos esenciales y el transporte por ferrocarril. Pronto les tocaría el turno. Y de nuevo con más entusiasmo que los países del entorno.
2. Competencias e incompetentes: del Estado a las Comunidades Autónomas
El papel de los servicios públicos es atender a los derechos básicos de la ciudadanía. Pero el proyecto neoliberal quiere que las personas sean consumidoras, no ciudadanas.
Inconveniente: en todas partes la ciudadanía mantiene una fuerte preferencia por los servicios públicos. Pues privatiza, si no de golpe, por lotes. Empieza por los sectores que no se consideren esenciales. Limpieza (las enfermedades nosocomiales, por falta de higiene, se han disparado en los hospitales y centros públicos), mantenimiento, informática, datos,… Mercantiliza primero y privatiza después la gestión. Introduce la titularidad mixta público-privada, después la titularidad privada con financiación pública, y, por fin, eliminas la idea misma de servicio público. Otro sector que presta servicios a quien pueda pagar.
Los pocos estudios serios sobre eficiencia, no muestran ventaja de los servicios privados, sino al revés. Es igual. Para eso están los intelectuales que imparten “criterios ideológicos”, y los políticos ignorantes o inclinados a creer. La financiación corrupta hace el resto.
Por otro lado las competencias sobre servicios públicos esenciales, están transferidas a las Comunidades Autónomas. Pero la financiación depende del gobierno central. Lo que siempre mantuvo bajos los presupuestos.
3. La demolición de la sanidad pública en Catalunya o ¿por qué el COVID-19 es tan letal aquí?
Catalunya es pionera en privatizaciones en Sanidad. Ya en el momento de transferir la competencia, la red que la Generalitat recibe del Estado sólo cubría el 24% de las camas. El resto, correspondía a la red “concertada”, una maraña, de hospitales de municipios, diputaciones, Iglesia o beneficencia, cajas de ahorro y otros privados. Eso facilitó las cosas.
CiU, ya en la Llei d’Ordenació Sanitària de Catalunya de 1991, salta directamente al sistema de provisión privada/financiación pública. El siguiente paso, en 1996, son las Entidades de Base Asociativa, EBAs (un sector de los médicos constituyen una sociedad para la provisión privada de atención primaria, a cambio de un canon anual). Pero es la Ley estatal 15/97, sobre “nuevas formas de gestión”, la que abrió de par en par la puerta a la devastación de la Sanidad pública.
Los seguros privados han sido una de las vías privilegiadas para la erosión del servicio público, al mismo tiempo que han permitido aliviar la presión de los pacientes. Por eso el/la titular de la Conselleria ha estado siempre encantada/o. P.e. Marina Geli, del tripartit, hoy disidente nacionalista del PSC, “Debemos… reintroducir desgravaciones fiscales para los seguros privados que, en definitiva, son una forma voluntaria de copago”.
Los ejemplos internacionales, p.e. EEUU u Holanda, muestran cómo los seguros privados son el peor sistema calidad/precio. Pues disparan el gasto global con muy malos resultados.
El modelo público-privado, en definitiva, facilita la corrupción de políticos y altos cargos. Las puertas giratorias y el amiguismo configuran un modelo de gestión, de negocio y de país. Basta citar los casos de los Hospitales de Blanes y Calella, Innova en el Hospital Sant Joan de Reus, los cargos que cobraban sin trabajar en el Hospital de Sant Pau, el Hospital de Badalona o Berga, SEM, Cotxeres de Borbó, Parc Taulí, Instituto de Alta Tecnología PRBB…
Ese modelo se ha visto reforzado por la reducción de los presupuestos públicos aprovechando la crisis de 2008. El porcentaje de gasto per cápita de la Generalitat en Sanidad y Educación se ha situado, y mantenido, como el penúltimo entre todas las Comunidades Autónomas. Con una caída pronunciada de la participación en el presupuesto total, que ha pasado del 30% en 2010 al 23% en el último presupuesto aprobado. En los presupuestos bautizados como “sociales” que se sabía no se aprobarían (y que, probablemente, eran un poco de propaganda) del 22%.
El resultado es que el número de plazas de UCI en España es de la tercera parte que Alemania, en Catalunya de ¡la quinta parte! Esa es muy probablemente una de las razones de por qué Alemania tiene un coeficiente de letalidad del SARS COV-2 respecto del número de casos diagnosticados (que, por supuesto, no son los casos totales) del 0,79%, mientras en Catalunya es del 8,91% (según estadísticas de la Conselleria de Salut, que ya ha reconocido que, al menos en la comarca de la Conca d’Òdena, infravaloran la realidad).
(Esta editorial toma como base el artículo de 2012 publicado por uno de nuestros asociados).