La emergencia climática: la tragedia y las mejores formas de afrontarla

DOCUMENTO DE TRABAJO:    La emergencia climática: la tragedia y las mejores formas de afrontarla

El debate acerca de la emergencia climática (en un entorno social) es un trabajo en progresión en el ámbito de Kolapsos.

El desarrollo del debate es, hasta el momento, el siguiente: 

-  El trabajo (más allá del empleo) debe tender, de entrada, a un reparto (reduciendo las jornadas laborales hasta el punto necesario) de los empleos actuales, pero, además, un abandono progresivo, pero lo más rápido posible, de los empleos tóxicos (que necesitan de la energía fósil en masa, generan gases de efecto invernadero y se mueven y producen entornos tóxicos para el ser humano y el equilibrio ecológico).

-   Habrá que denunciar, incluso jurídicamente, el riesgo de trabajar y vivir en un entorno tóxico, respirando aire tóxico, moviéndose entre materiales tóxicos, ingiriendo alimentos tóxicos, creando nuevos riesgos en forma de enfermedades.

-   Por consiguiente, la transición de la situación que tenemos a la que queremos iría presidida por a) reparto del trabajo/empleo, b) reestructuración de los sectores de actividad, c) trabajo para cubrir necesidades, por valor de uso (no por valor de cambio-consumo conspicuo-beneficio monetario). No será instantáneo, pero, si queremos evitar los escenarios más catastróficos, debemos procurar que sea lo más rápido posible. Y requiere una intensísima labor didáctica de difusión de las evidencias disponibles que las organizaciones sociales deben emprender sin dilación.

-   La tendencia a largo plazo: sustituir los empleos actuales por los nuevos trabajos, tareas para cubrir las necesidades de la población, empezando por la alimentación y nuevos trabajos en una industria ecológica.

-   Que implica investigar y trabajar/dedicarse a las nuevas tareas, incluidas las que tienen por misión enfrentar el cambio climático: desde establecer las bases de recuperación de la vida marina (praderas de algas benéficas, posidonias, p.e., de los arrecifes coralíferos), replantación y desarrollo de árboles o de praderas y, en general, quitar al medio ambiente la bota del metabolismo agro-industrial que lo aplasta. 

-   A largo plazo implica intenso decrecimiento, por un lado, en el consumo innecesario (conspicuo, de estatus, de aparentar, de emular o derivado de la obsolescencia técnica o programada), y por el otro, relocalizar y volver al oficio (a lo que debe orientarse el aprendizaje y la tecnología), en ciudades y pueblos sustentables, integradas en eco-regiones autosustentables y autogestionarias.

-   La agricultura debe tender a abandonar rápidamente el modelo industrial, con un modelo agro-ecológico, cuya tecnología está repensada y ligada a los saberes tradicionales; los mercados agrícolas (o los mecanismos de asignación, de fijación de precios o compensación por el trabajo agrícola) deben cambiar de base de modo que los precios o las contrapartidas que reciban los campesinos deben ser justos.

-   Porque, a largo plazo, el futuro del campo y de las zonas hoy despobladas (la “España vaciada”) es clave. En 2050, para poder atender a las necesidades alimentarias de una población aun decreciente, según las investigaciones realizadas exigen que, como mínimo la mitad de la población debiera ser rural y dedicarse a la producción de alimentos.

-   Todo ello a largo plazo, si no queremos sufrir los peores efectos, presididos por regímenes eco-fascistas (regímenes autoritarios que posibiliten que cada vez menos personas, las que tienen poder económico y/o coercitivo, sigan sosteniendo su estilo de vida acaparando recursos a costa de que mucha más gente no pueda acceder a los mínimos materiales de existencia digna, Federico Ruiz, de ecologistas en acción, Revista El Ecologista, núm 83). Pero es que el largo plazo ya no es lo que era, se resume en lustros más que en décadas. Y el larguísimo plazo es de una o dos décadas, tres a lo sumo.

-   La transición a esa situación puede tener como eje el cooperativismo integral y de consumo, lo que implica un intenso equilibrio entre los diversos intereses, del productor al consumidor, con la mínima transformación y el máximo aprovechamiento posible, desde el primer al último eslabón de la cadena.

-    Y para impulsar esa transición hay que darle a la “funesta manía de pensar”.

-   Lo que implica crear el proyecto social, y sus diversos programas de desarrollo. Desde un punto de vista estratégico, elaborar el mensaje; difundirlo; cambiar la opinión pública; crear y estabilizar estados de opinión; y, por medio de estos, introducir las profundas mutaciones institucionales que sancionen decididamente la amplia e intensa modificación del entramado institucional que implica el imprescindible (para la naturaleza y la humanidad) cambio de régimen.

Nos enfrentamos al neoliberalismo. Un único ¬proyecto en dos propuestas, cuyo mensaje publicitan, por activa y por pasiva, todos los medios. La propuesta globalista (de las grandes empresas transnacionales y las fortunas ligadas a ellas) y la localista, racista-supremacista (que suelen representar a grandes empresas nacionales y grandes fortunas ligadas a ellas), con muchos contactos entre ambas. El objetivo es acumular poder en forma de dinero (contribuir poco o nada, en forma de impuestos, y recibir mucho, en forma de subvenciones e inversiones cautivas, p.e. Producción militar). Un poder privado, y, por consiguiente, irresponsable, impersonal, irracional e inmoral. Que aboca al desastre sin responsabilizarse de nada.

Porque cuando la emergencia climática se ha revelado en toda su crudeza, la respuesta ha sido el postureo en las conferencias internacionales. Sin desaprovechar la ocasión para introducir nuevos negocios especulativos. Básicamente pactos de emisiones máximas (partiendo de la base absurda de que había margen para aumentarlas) y “mercados de emisiones”. Por supuesto, los acuerdos globalizadores (de la UE al TLC, pasando por el CETA) se dotan de mecanismos de sanción y propuestas ejecutivas (que cada Estado, es decir sus élites de poder, gestiona según su poder relativo), los ecológicos se mueven en el terreno de la voluntariedad. Puro postureo, vaya.

Frente al proyecto “duro” del neoliberalismo (en sus dos vertientes), que implica el “business as usual” aparecen las medidas, en su mayor parte paños calientes, del “Green New Deal”, que van de un puro lavado de cara del proyecto neoliberal a medidas que pueden ser útiles, y por consiguiente podríamos aceptar, pero siempre que seamos conscientes de que no son la solución, sino un mero paliativo/lenitivo o, a lo más, un paso transitorio, que solo tiene sentido si va seguido de una auténtica solución.  

Podemos hacer un catálogo, no exhaustivo, de esas medidas, de las puramente de fachada a las que pueden tener alguna virtualidad, desde la transición de lo mismo a lo mismo (pero sin emisiones), p.e. A través de las “nuevas tecnologías” o las energías renovables (ignorando los efectos de las “nuevas producciones”, con sus emisiones y consumo de energía), una muestra del pensamiento mágico; a las medidas que culpabilizan, al consumo/ciudadanía, y por consiguiente fijan la solución en la actividad individual (cuando el individuo es un mero “sujeto”, en el peor sentido); a la trazabilidad de los productos, a través del etiquetaje (que puede evitar los peores abusos, como el trabajo esclavo, pero no cambia un átomo más del modelo); a la fiscalidad (más) justa, a la renta básica o a la redistribución del empleo.

Los gobiernos de “izquierdas” (de los demócratas EEUU a los social-demócratas radicales europeos, pasando por el nuevo populismo izquierdista) basan su peculiaridad en un tímido apoyo a (algunas de) esas medidas. El nivel de preocupación que generan en los sectores duros de la plutocracia global se visibiliza en la entrevista a Pepe Bogas (máximo ejecutivo, CEO-PDG, de ENDESA, la filial de la italiana ENEL en España) en que se manifiesta encantado con la ministra de transición ecológica, Teresa Ribera, la parte del gobierno con la que debe tratar, que, a su vez, está encantada con él.

Como en todo proyecto de cambio social, podemos encontrar que puede establecerse, bien a través de reivindicaciones frente al poder institucional (dado que los poderes privados están al margen, frecuentemente incluso al margen de la Ley), bien mediante “tomar” las instituciones de poder (coercitivo), bien sustituirlas por otras instituciones de poder, o bien, ocupando los espacios de las instituciones coercitivas, a través de autoridades de coordinación, sin poder, y a través de construir sociedad desde abajo, mediante prácticas autogestionarias.

Por supuesto, es posible combinar todas las prácticas no-autoritarias. Empezando por la suma de reivindicaciones, las prácticas autogestionarias y la ocupación de espacios o sustitución de instituciones. Pero, en todo caso, asumiendo que el poder establecido nos ha llevado más allá del colapso y que las soluciones que podamos aportar en ningún caso nos permitirán mantener un horizonte de progreso de la situación anterior. Que implicarán renuncias que hubieran sido innecesarias si se hubiera reaccionado a tiempo.

Tanto en los instrumentos como en las metas hay que usar el Principio de Libre Experimentación (PLE)

[que el movimiento libertario clásico apuntó, como forma de armonizar la filosofía del mutualismo, del colectivismo y del comunismo libertario, pero que ha adquirido carta de naturaleza con el municipalismo libertario]

Las experiencias son diversas, revisarlas es observar esos intentos para construir un mundo mejor hay que sumar desde la diversidad. 

Pero hay que explorar dentro de las posibilidades reales, hay cosas posibles y otras no.

Hay, incluso, auténticos proyectos colectivos que pueden entenderse como propuestas “Green New Deal”: 

-   como las Agendas 21 locales (derivadas de la cumbre de Río 1992 y patrocinadas por NN.UU.).

-   Y como las Transition Towns, cuyo optimismo, después de las últimas aportaciones de las “ciencias del clima”, está fuera de lugar, pero que, como con las demás medidas avanzadas del “Green New Deal”, podemos llegar a apoyar en alguna de sus propuestas, siempre y cuando seamos conscientes de que, en absoluto, son la solución.

De modo que la “transición” debe fijar una meta hacia la que establecer el itinerario y el panorama del cambio, pero ésta habrá de tener en cuenta las perspectivas reales, esto es

- Analizar e investigar sobre las fórmulas y experimentaciones:

P.e. La cooperación integral, con moneda local. Una vía compleja, cuyos aportes y fracasos habremos de aprovechar. Invitemos a explicárnoslo, e incluso a participar, a quienes han dinamizado la red de la cooperativa integral catalana (y de otras redes cooperativas).

El proyecto social, y el discurso que lo concrete, han de estar basados en un conocimiento real de los problemas y de las prácticas.

La escasez de energía fósil y materias primas, el aumento de temperaturas, y la crisis ecológica, colapsarán estructuras sociales (p.e., la globalización comercial, muchas estructuras tecnológicas, el volumen de las ciudades), pero también habrá gravísimas carencias (agua potable, alimentación sana y suficiente, refrigeración,...) Que dificultarán la vida cualquiera sea la estructura. Habrá migraciones climáticas… y no sólo de Sur a Norte.

Practicar la resiliencia frente a la situación límite del colapso. Esto es una actitud adaptativa, fortaleciéndose con valores y comportamientos leales, responsables y fraternales con el ambiente social y ecológico. Olvidar el individualismo (y el consumismo), actuar colectivamente, mediante la amistad y el apoyo mutuo entre los integrantes del común, empezando entre nosotras.

En cuanto al miedo a lo que pueda pasar, no es al futuro, al final, a la muerte. Pero sí al sufrimiento, del mientras tanto.

La gente necesita mucha información, pero desconfía. Informar, formar, transformar (o, para ser más precisos, cambiar las opiniones, los valores y las instituciones).
Share by: